Invest in inflation. It’s the only that going up (Invierta en inflación. Es lo único que sube) decía una camiseta que me regalaron a finales de los años setenta, por eso, el dibujo era un globo hecho con un billete de un dólar que se mezclaba con el mensaje escrito entre las nubes, una imagen propia de la estética de la era del funk y del disco. Estados Unidos sufría el aumento de la inflación desde el año 1971 cuando se eliminó la convertibilidad del dólar americano en oro y empezó a emitir dinero sin ningún tipo de respaldo en metálico. Esa camiseta, producto de la cultura popular, reflejaba la preocupación por el alza desbordada en los precios de todos los bienes y servicios de la economía estadounidense.
Desde que llegó Joe Biden a Washington, la inflación en los Estados Unidos se disparó. Acaban de publicar el dato de la inflación anualizada que llegó al nivel del 5,4%, el más alto en los últimos 13 años. El mes pasado el Índice de Precios al Consumidor (IPC), que es el indicador usado para medir la inflación, subió un 0,9%. En caso de mantenerse esa tendencia en el comportamiento del IPC, de subir casi el 1% mensual desde enero del 2021, podría terminar el año con niveles inflacionarios superiores al 10%, un total escándalo para la principal economía del mundo.
Poniéndolo en otros términos, si alguien tuviera $100 dólares el 1 de enero del 2021 cuando estaba en la Casa Blanca el presidente Trump y pudiera comprar 100 cosas, hoy con Biden y los mismos $100 dólares sólo podría comprar 94,6 cosas. Todos los estadounidenses hoy son 5,4% más pobres gracias a Joe Biden y sus políticas socialistas.
El Coeficiente de Gini es un indicador que mide la distribución de la riqueza al interior de la estructura accionaria de una empresa o al interior de una sociedad. Si tiende a cero (0) la distribución de la riqueza será atomizada y repartida de una manera uniforme. Mientras que si tiende a uno (1) será altamente concentrada entre unos pocos. Desde el año 1971, en los Estados Unidos, el Coeficiente Gini tuvo un punto de inflexión, cambió de tendencia y empezó a subir, acercándose a uno (1).
Emitir moneda sin respaldo fomenta la inequidad en la distribución de la riqueza porque se emite dinero que es inyectado en la economía de una manera artificial, desigual, ineficiente, entre sólo algunos privilegiados que en la mayoría de los casos son burócratas locales que no realizan actividades productivas o miembros de algún organismo internacional inútil como la ONU o la CAF o la OEA, contrario a lo que sucedería si la emisión de dinero estuviera respaldada y se creara a partir de la generación de valor real en la economía.
Si se emite dinero para pagarle el sueldo a los burócratas, darle subsidios a los que no trabajan o pagar las membresías a las organizaciones como la ONU o la CAF o la OEA que no sirven para nada, la oferta de bienes se mantiene estática mientras que el dinero para demandar esos bienes aumenta sin que exista un aumento que guarde una correlación con la producción real, y si a eso se le suma la escasez de bienes y servicios creada porque el gobierno emite dinero para repartirlo entre los que no trabajan por culpa de las cuarentenas, y nadie quiere volver a trabajar y producir, la catástrofe es inminente.
La masa monetaria de Estados Unidos ha aumentado en más del 25% durante los meses recientes mientras que el producto interno bruto (PIB) creció solo el 1,6% durante el primer trimestre de Biden en Washington. Es por ese descalce entre la cantidad de dinero y lo que ese dinero puede comprar que se produce la inflación. Lo que no ocurriría si la emisión de dinero estuviera respaldada en oro.
Un gobierno como el de Joe Biden que asume que fue elegido para “redistribuir la riqueza” y lograr “la equidad”, lo que logra en la realidad es construir una sociedad más desigual y pobre, al igual que fomenta que los grupos de los privilegiados que les pagan por no trabajar, no producir o no ser útiles a la economía, defenderán a muerte su status quo para poder proteger su botín, otros querrán pertenecer a esas élites parasitarias (la mayoría dentro de la minoría de parásitos sociales) y otros querrán que no los sigan esquilmando más para mantener a tanto parásito social.
Esa batalla del Estado saqueando a las empresas privadas es el caldo de cultivo perfecto para la corrupción, la ineficiencia, la baja productividad y el estancamiento económico ante la falta de reinversión privada porque todo se debe destinar al pago de impuestos para sostener el inmenso aparato estatal que debe existir para intervenir, regalar plata y meterse en todas las actividades de los particulares.
Emitir moneda sin respaldo y cobrar impuestos elevados le hace un daño irreparable a la economía porque esos recursos se utilizan para fines no productivos. ¿O algún político colombiano como Armando Benedetti o Roy Barreras, o un burócrata de la Corte Interamericana de Derechos Humanos o una burócrata de la ONU como Michelle Bachelet, utiliza los recursos del inmenso salario que reciben para fundar alguna empresa o crear una industria productiva? No. Todo lo contrario, lo utilizan para comprar activos suntuarios e improductivos como mansiones con vista al mar, carros lujosos, obras de arte y joyas. En la mayoría de los casos lo guardan en paraísos fiscales alrededor del mundo. En el Vaticano no lo guardan porque el jesuita Francisco jamás se prestaría para eso, cómo se les ocurre.
El partido Nacional Socialista Obrero Alemán usó a los mejores falsificadores de moneda que tenía secuestrados en sus campos de concentración para hacer libras esterlinas e introducirlas en Inglaterra para lograr crear un escenario inflacionario desbordado que condujera a la quiebra de la economía inglesa. La inflación usada como arma no convencional de destrucción masiva. Gustavo Petro quiere hacer lo mismo que el ancestro totalitario alemán de la Colombia Humana, destruir la economía con la hiperinflación creada a partir de la emisión desbordada de billetes para que el débil gobierno colombiano pueda atender las exigencias del sindicalista Francisco Maltés, la persona más poderosa de Colombia en la actualidad, el Pablo Escobar del Siglo XXI que doblega a la sociedad colombiana y arrodilló al gobierno nacional a través de la extorsión que ejerce con el accionar salvaje del grupo terrorista “La Primera Línea”.
Las economías más importantes del mundo están incrementando sus reservas en oro y en Basilea han hablado del oro como reserva de valor. Los precios del oro y la plata están subiendo. En Colombia, por el contrario, Juan José Echavarría (ex miembro de la junta directiva de la desaparecida fundación Buen Gobierno) siendo director del Banco de la República en el año 2020 vendió la mitad del oro de las reservas internacionales para cambiarlo por una canasta de monedas fiduciarias porque, según él, el oro era muy volátil y las monedas fiduciarias no. Menos mal no se le ocurrió cambiar el oro por Bitcoin.
Con el retorno del patrón oro y de la convertibilidad de las monedas en oro, la economía mundial va a prescindir de los gastos innecesarios en burocracia o en farsas como el cambio climático y otras iniciativas promovidas por las mismas oenegés inescrupulosas de siempre. El ingreso de los trabajadores va a volver a crecer al mismo ritmo de la productividad que sería el primer paso para hacer desaparecer la inequidad en el ingreso.
Los grandes cambios que están ocurriendo en este momento, solo se van a dar en la medida que las personas sean conscientes de la necesidad de esa gran revolución estructural. La gente que desconoce los fenómenos económicos debe padecer los estragos de la inflación para entender su significado, por ejemplo. El colapso de la economía salvadoreña, en un futuro próximo, va a significar el final de las criptomonedas al igual que va a servir para demostrarle al mundo la necesidad del respaldo en oro para la emisión de las monedas nacionales. Muchos de estos cambios van a devolver a la humanidad a los sistemas existentes antes de que el mundo empezara a funcionar mal. El sistema del patrón oro es uno de ellos.