Las medidas adoptadas a fin de reducir el impacto de las emisiones de carbono en el medio ambiente están llevando a que la demanda del carbón se reduzca; consecuentemente, la explotación del carbón.
Colombia, y en particular en el departamento del Cesar y los municipios conocidos como “corredor del carbón” (La Jagua de Ibirico, Becerril, Agustín Codazzi, El Paso y Chiriguaná) enfrentan el reto de no convertirse en “pueblos fantasmas” debido a los acuerdos adoptados por la comunidad internacional para reducir el aumento de la temperatura global, conocido como el Acuerdo de París.
La explotación de carbón, iniciada hacia los años ochenta, logró desplazar la mayoría de las actividades productivas en una región de vocación agropecuaria. Creando lo que en economía se llama “enfermedad holandesa”, es decir, cuando los ingresos de una actividad son tan altos que desincentivan las otras actividades económicas, al punto de desaparecer.
El problema radica, precisamente cuando dicha bonanza se termina o se está terminando, pues no solo la comunidad se ha acostumbrado a mucho, sino que la competitividad de las otras actividades se ha perdido.
El departamento del Cesar es el de mayor producción de carbón del país, con algo más de 52 millones de toneladas en 2019, el doble del departamento siguiente, La Guajira; todas producidas en los municipios del corredor. Este auge carbonífero ha atraído personas en búsqueda de oportunidades, tanto que solo los municipios de La Jagua y de El Paso han visto triplicar su población en estos 25 años de explotación. Hoy, los cinco municipios del corredor poseen 209 mil habitantes, el 16,2 % del total del Cesar.
Sin embargo, esta migración poblacional no solo atrajo trabajadores para las minas y las actividades asociadas, también incremento los niveles de informalidad laboral y pobreza. Hoy estos municipios se caracterizan por poseer unos índices de pobreza multidimensional superiores al 40 %, salvo la Jagua de Ibirico, con 32,6 % de su población en estado de pobreza, igualmente alta.
Estos altos índices de pobreza, liderados por el municipio de Becerril con 48,6 %, seguido por Agustín Codazzi con 44,5 %, se han caracterizado por la gran diferencia que hay entre el área urbana y el área rural. En Becerril, por ejemplo, hay una diferencia de 40 puntos porcentuales entre estas, registrando que el 80 % de la población rural está en condiciones de pobreza.
La difícil situación social de la región también se traslada al tema empresarial. Mientras el departamento cuenta con una densidad empresarial de 17,5 empresas por cada mil habitantes, valor que es bajo para poder capturar las necesidades de empleo, los cinco municipios del corredor en promedio tienen 12,5 empresas por cada mil habitantes, promedio que es liderado por La Jagua de Ibirico y El Paso.
Por lo tanto, dejar atrás el auge del carbón en la región implica enfrentar dos grandes retos: superar la pobreza y mejorar la densidad empresarial.
Alcanzar estos objetivos se traducira en generación de empleo en diferentes actividades económicas, acordes con la vocación y oportunidades que tiene esta zona agrícola conectada con Valledupar, el Caribe y el centro del país.
Desde que se inició la explotación del carbón se sabía que era necesario crear las condiciones para incentivar la transformación productiva de la región. Esta debió ser financiada con los recursos de las regalías, entre otras fuentes. Pero ello no ocurrió. Una forma de medir esta creación de condiciones es mediante el Índice Departamental de Competitividad. El Cesar ha perdido posiciones en materia competitiva: mientras en el 2014 ocupaba el puesto 18 entre los 32 departamentos del país, en 2020 pasó al puesto 21.
La pérdida de posiciones del departamento en este índice, en la práctica, implica que aquel que esté interesado en tomar una decisión de inversión, podría considerar otros departamentos antes de pensar en el Cesar.
Uno de los puntos críticos para la competitividad de la región es la infraestructura, la cual, a pesar de mejorar posiciones, ha decrecido. Entre 2019 y 2020, el departamento pasó de la posición cuarta del país a la décima. El Cesar, cuenta con 489 km. de vías, permitiéndole tener buena conexión con el país, pero no tanto al interior del departamento, pues 50,4% de esta red departamental está en regular o mal estado.
Esperaría uno que con los recursos de las regalías esta situación hubiera sido diferente. Sin embargo, entre el 2012 y el 2021, los cinco municipios del corredor del carbón han invertido sus regalías en algo más de 340 proyectos. Analizando el portafolio de proyectos de la región, se encuentra que solo el 48,2 % de las inversiones se han canalizado a proyectos que de una u otra forma fomentan la transformación productiva, la conectividad y la empleabilidad.
Superar este rezago en infraestructura que mejore la competitividad es un reto más que se suma a las condiciones necesarias para la transformación productiva de la región, a fin de compensar el gradual abandono de la actividad minera.
Con estos tres retos: pobreza, densidad empresarial e infraestructura para la competitividad, el corredor del carbón tiene que empezar a diseñar una estrategia de mediano y largo plazo, capaz de compensar gradual, pero de manera sostenida, el cambio de actividad.
Los procesos de transformación regional a causa del cierre de operaciones de la actividad extractiva no son nuevos en el mundo. Las lecciones de los procesos desarrollados en República Checa, Holanda, Polonia, España, Sudáfrica, España, Inglaterra y Estados Unidos, evidencian tres lecciones: i) la transformación productiva requiere tiempo, y entre más profunda sea la penetración de la actividad minera, más tiempo requiere (las experiencias hablan de 20 a 30 años); ii) la transformación implica una “reinvención” del perfil de la mano de obra de la región, el minero debe desaprender muchas de sus competencias y conocimientos, a fin de adaptarse a las nuevas vocaciones productivas; y iii) las nuevas industrias requieren tiempo para madurar, es decir, la generación espontánea de nuevas empresas en nuevas actividades no existe, estas deben recorrer la curva de aprendizaje y especialización para ser competitivas.
En conclusión, la región requiere de un verdadero plan de mediano y largo plazo que, consciente de los retos que enfrenta, canalice las acciones del sector público (Gobierno nacional, departamental y municipales), el sector privado (las empresas locales y las empresas mineras), la cooperación internacional, siempre bienvenida, y la sociedad en general, con el propósito de mejorar las condiciones para generar la tan anhelada transformación productiva; similar a como ya paso en el caso de Sudafrica, que luego de la COP26 logró fortalecer los compromisos de canalización de recursos para apoyar el proceso de transición en este país.
Esta planeación, requerirá de una gerencia efectiva, que teniendo como referencia el tan reconocido Fondo de Reconstrucción del Eje Cafetero (Forec), independice el manejo de la estrategia del vaivén político, y cuente con los recursos y medios necesarios para lograr el objetivo. El corredor del carbón le ha aportado grandes capitales al país; es momento que este, el país, le retorne los beneficios que con el progreso logrado con el carbón han tenido otras regiones que han sabido aprovechar mejor el boom minero.
Así mismo, seria muy útil que La Silla Vacía cree un espacio de discusión sobre la Transformación Productiva de las zonas carboníferas del país, a fin de comenzar a crear consciencia de este cambio, que sin duda va más allá del enfoque de transición energética propuesto en el Conpes del tema que se encuentra en discusión.
Dejar atrás el carbón no es solo un tema de cambiar de fuentes de energía y reubicar a los trabajadores de esa industria; hay un componente social más amplio asociado al nivel de dependencia de esta industria en los municipios.
Creditos:
Lasillavacia.com