Hace poco tiempo en una sala de espera leí la sección de “Confidenciales” de una revista Semana del año 2016. Ninguna de las cosas que decía habían sucedido o resultaron siendo ciertas. Ninguna. Las noticias sobre el Proceso de Paz con las FARC también resultaron ser mentira. Cómo consecuencia de la cancelación masiva de las suscripciones y del éxodo de sus lectores, la otrora prestigiosa revista terminó convertida en material de lectura vintage en las salas de espera de los consultorios y oficinas.
El insumo básico para la toma de decisiones es la información, por lo tanto, la información falsa, tendenciosa o manipulada que induce al error, pierde valor y deja de ser útil trayendo como consecuencia una caída en las ventas de la publicación que repercute en la disminución de los ingresos de la empresa editorial porque para los anunciantes, pautar en el medio, deja de ser atractivo por la falta de audiencia.
La desaparición de las fuentes de ingreso de los medios de comunicación los ha llevado a la quiebra. La nula capacidad de auto crítica y la tozudez mostrada al intentar revertir esa situación publicando más información falsa, sesgada o manipulada, terminó por acelerar la debacle. Los únicos medios de comunicación que se han salvado de la bancarrota han sido los que pertenecen a un grupo empresarial cuyos accionistas resultaron convertidos en mecenas o filántropos patrocinando una empresa inviable en términos financieros.
Los otros salvados de la debacle han sido los medios de comunicación privados financiados con los aportes de los contribuyentes. La privatización de las utilidades que reciben las elites dueñas de los medios de comunicación gracias a la financiación hecha con los recursos públicos. Esa situación se presenta en la actualidad en España en donde el gobierno no escatima en gastos para financiar a los grandes medios de comunicación lo que ha traído como lógica consecuencia que lo único que publican sea lo que el gobierno quiere que publiquen, perdiendo su libertad e independencia informativa.
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La audiencia recuperada por la revista Semana en los últimos meses gracias a la publicación de información que no había sido registrada en los otros grandes medios hizo que la vetusta fórmula mantenida por el anterior accionista mayoritario se volviera insostenible. Aunque la familia Gilinski es la dueña de un importante grupo económico y hubiera podido optar por la filantropía al seguir pagando los gastos de funcionamiento de la revista con las utilidades de las otras empresas del grupo, Gabriel Gilinski decidió recuperar la confianza de la audiencia en la revista que, en la actualidad, es el único y más valioso activo de un medio de comunicación. De nada vale una moderna rotativa, una oficinas bonitas o contar con la más avanzada tecnología, si los consumidores no creen en lo que se publica.
Los administradores de los grandes fondos de inversión en el mundo, conscientes de la pérdida de objetividad y de credibilidad en los contenidos publicados, empezaron a liquidar las posiciones en las acciones de empresas propietarias de medios de comunicación y solo mantuvieron participaciones en medios especializados en información deportiva. Las personas en el mundo no confían en los periodistas de los grandes medios a los que consideran poco éticos e incompetentes según una encuesta publicada por Edelman, precisamente, por no ser imparciales, ni objetivos. Los grandes medios que se han dedicado a ocultar la realidad y a manipular la información sobre los hechos ocurridos en la coyuntura actual, le terminaron dando la razón a los banqueros de inversión por las decisiones tomadas en años anteriores.
Contrario a lo que dicen algunos, lo que sucedió en la revista Semana está muy lejos de ser su final, por el contrario, es el renacer de una revista que puede ser ejemplo y convertirse en un modelo a seguir para que los otros grandes medios puedan evitar su desaparición en caso de que cambien las prioridades de su mecenas o el gobierno de turno deje de usar los recursos públicos para financiar su actividad.
Significa el regreso a los grandes medios del periodismo serio, investigativo, real, objetivo, hecho por verdaderos profesionales en el oficio de informar. Ese tipo de periodismo ya lo había adoptado los medios de comunicación no tradicionales que empezaron a aparecer como alternativa frente a la decadencia de la otrora gran prensa. Desconocer que por encima del poder de los grandes medios está el inmenso poder de los consumidores es un error que tiene al borde de la extinción a la “big media” en el mundo.