El país enfrenta varios desafíos de cara a la reactivación económica. El más importante: entender los nuevos hábitos de consumo, lo que invita a tener presente la economía del comportamiento.
Reflexionando sobre la reactivación económica, varias ideas rondan mi cabeza: la primera, en economía siempre alguien paga, premisa que se hizo evidente con la crisis de la deuda de los ochentas donde no fueron los bancos o los gobiernos los que pagaron, fueron los ciudadanos; la segunda, que el consumidor, más que un concepto económico, se asocia a personas que, al margen del adjetivo, consumen bienes y servicios para vivir; y la tercera, que las decisiones en economía no son ajenas a las decisiones políticas, pero el problema surge cuando las decisiones en economía se usan para hacer política.
Reflexionar sobre los desafíos que trae la reactivación económica después de una primera ola de covid que ha dejado más de un millón de casos, una duplicación de la pobreza extrema en Colombia, pasando de 7,2 por ciento a 14,8 por ciento, y de evidenciar la vulnerabilidad empresarial del país, donde 90 por ciento de las empresas han sido altamente afectadas por las medidas, me exige responder dos preguntas: ¿cómo el covid ha afectado la economía?, y ¿qué entender por reactivación económica? Su claridad permite tomar conciencia de los desafíos propios de la reactivación y diferenciarlos de los aspiracionales y oportunidades que se crean. Todos importantes, pero con análisis y dinámicas diferentes.
Primero, el covid al ser un virus de alto contagio y poco conocido afecta al consumidor, quienes por voluntad propia o inducida, se distancian y cambian sus hábitos de consumo. Este comportamiento afecta los esquemas de producción presenciales, que, sumados a los cambios de consumo, han reducido automáticamente la necesidad de producir u ofrecer las cantidades de bienes y/o servicios, lo que a su vez incide en menos ingresos para las empresas (productores), que trasladan a las personas en menos salarios y menos empleo. En otras palabras, es un choque de demanda que indujo un choque de oferta.
Si analizamos esta situación, la causa está en aquellas variables de la función de demanda como la confianza en la asepsia del producto, que suelen ser manejadas como exógenas y agrupadas por el común “ceteris paribus”, usado por la teoría microeconómica para representar todas aquellas que inciden en el comportamiento del consumidor. Pero menos importante que el precio, y por ende al dinero, foco central y obsesión del modelo económico en el que vivimos.
Por ende, el primer desafío es entender todas esas variables que motivan al consumidor y que no se recogen en el precio. Esto se logra si involucramos la psicología del consumidor en el análisis económico. Tema que, desde hace años, viene siendo analizado por esa corriente híbrida conocida como la economía del comportamiento, economía conductual o “behavioral economics”, en inglés. Corriente que incluso ya cuenta con varios premios nobel: Akerlof (2001), Fogel (1993), Kahneman (2002), Ostrom (2009) y Thaler (2017).
La segunda pregunta se asocia al proceso para atender una crisis económica. Una buena analogía es la relacionada con el manejo de un desastre natural, el cual considera tres fases: atención inmediata, humanitaria o de emergencia; reactivación y recuperación. Las tres etapas se podrían integrar y articular, pero es importante conocer sus diferencias.
Atención inmediata es centrarse en permitir que las personas puedan sobrevivir con el mínimo de interacción social, y que el sistema de salud esté en capacidad de atender correctamente a los contagiados. En este marco, se han desarrollado medidas como “ingreso solidario”, un subsidio que desafortunadamente no tuvo presente las lecciones sobre los subsidios condicionados. Hubiese sido interesante haberlo vinculado a “quedarse en casa”.
No olvidemos que esta etapa reclama una cobertura de ingresos e inducir un comportamiento preventivo. Al margen, lo cierto es que esta situación ha hecho emerger un comportamiento social solidario, lo que crea una oportunidad para desarrollar negocios alrededor de la economía solidaria, inversión social privada, desarrollo comunitario.
Reactivación es una fase relacionada con “volver a salir”, a dinamizar el consumo y generar ingresos. Esta se debe concentrar en generación de empleo productivo. Resalto dos palabras: EMPLEO y PRODUCTIVO. Empleo, buscando que las personas tengan un ingreso a cambio de una acción, y productivo, en que dicha acción le aporte a la economía.
Es importante aclarar que un subsidio tipo “ingreso solidario”, que, si bien ayuda al consumo, no reconoce el valor de un factor productivo, o uno de “nómina para las empresas”, asociado a que se mantenga la nómina, aunque no exista demanda, son acciones más de Atención Inmediata que de reactivación. Básicamente, por no estar asociadas al reconocimiento del uso de los factores de producción.
Esta situación crea unos retos interesantes: primero, la necesidad de revisar la combinación de sectores prioritarios de la economía, donde aquellos que tengan o induzcan una menor interacción social se están viendo beneficiados, como son los basados en plataformas digitales, logística, aseo, cuidado personal, entre otros. Segundo, un dinamismo de las actividades “más cercanas” (nearshoring), lo cual podría impulsar el desarrollo de las subregiones colombianas (regiones creadas por la interacción entre municipios, basados en la conmutación laboral y personal).
Tercero, considerando que “educarse” es una actividad productiva para la economía, se crea la posibilidad para que aquellos que estén en sectores en los que la demanda reaccionará más lentamente, para que puedan aprovechar ese “tiempo” mejorando sus competencias laborales.
En pocas palabras, la reactivación, cuyo objeto es emplear, trae consigo los desafíos de identificar nuevos sectores económicos líderes, aprovechar la cercanía de mercados, e identificar acciones productivas para aquellos que están en sectores con una reactivación más lenta. Con lo cual se crean oportunidades con sectores intensivos en mano de obra que estén dinámicos (obras civiles, agricultura, salud, economía digital), con vocación de cercanía, y para el sector educativo (profesional, técnico y vocacional).
Y la tercera fase, la recuperación, buscando dinamizar la economía para lograr en poco tiempo llegar a niveles de ingreso per cápita y desarrollo social similares a los que se tenían antes del covid, lo cual necesariamente implica acelerar la tasa de crecimiento económico y reducción de la desigualdad. Cambio que se dará dinamizando los nuevos sectores y aceptando que la sociedad ha cambiado los hábitos de consumo.
Pero, ¿qué implican estos cambios de hábitos? Simplemente cambiar el modelo de consumo masivo tal como lo conocemos. A diferencia de muchos, no creo que sea el fin del capitalismo sino la oportunidad para construir un capitalismo diferente, como también lo argumenta la economista ítalo-estadounidense Marianna Mazzucato. Es decir: pasaremos de aquel modelo basado en “más consumo, mayor satisfacción”, donde el precio se utiliza como incentivo para consumir (menor precio induce a más consumo), a un modelo en el que “consumo lo que necesito”, y la seguridad prima sobre el precio.
Considerando lo anterior, el desafío se centra en cómo crear las condiciones para que estas nuevas dinámicas crezcan, y aprovecharlas para trabajar en superar esos obstáculos ya identificados en la economía colombiana, como: la alta vulnerabilidad empresarial (90 por ciento de las empresas son mipymes), la alta informalidad laboral (por encima del 50 por ciento), el alto costo logístico y la baja productividad de la mano de obra. Lo que induce a inversiones alrededor de la conectividad -física y digital-, la formación de la mano de obra, y la mejora en condiciones para el desarrollo empresarial, desarrollo que cree empleos formales.
A manera de conclusión, el país tiene que embarcarse en el proceso de reactivación económica, pero enfrentará varios desafíos. El primero es comprender el fenómeno del covid y cómo este ha afectado la economía, seguido por diferenciar qué es o no reactivación, aclarando que no es para no incluir otras cosas, sino simplemente para no pretender sumar cargas al qué no son. Es decir “al César, lo que es del César”.
En tercer lugar, reconocer que hay nuevos actores, y éstos hay que dinamizarlos de manera diferencial articulándolos con las economías regionales. Por último, aprovechar la recuperación para trabajar en aquellos temas, ya conocidos, que frenan el crecimiento del país y la reducción de la desigualdad, pero siempre teniendo presentes los sectores que emergen cumpliendo las exigencias de los nuevos hábitos de consumo. Conclusiones que ojalá el DNP y el Ministerio de Hacienda tuvieran presenten en el diseño e implementación de la estrategia de reactivación económica que hoy lideran.