Más digitalizados, más vulnerables “Ciberseguridad un asunto de todos”
Una contribución para el desarrollo de la educación en Colombia

Palabras de Gustavo Gómez Córdoba en su condecoración con la Orden de San Bartolomé

Gustavo Gómez Córdoba en su condecoración con la Orden de San Bartolomé

Quiero agradecerles y decirles que me siento profundamente orgulloso de ser bartolino. Toda la vida he llevado a mi colegio en el corazón con enorme cariño y tengo una inmensa deuda con los jesuitas: mis estudios completos, en colegio y universidad, los hice con ellos, recibiendo su valioso ejemplo.

Creo que los momentos difíciles por los que atraviesa hoy la Iglesia han sido propiciados por una infinita minoría de personas que erraron el rumbo. Y es importante que quienes hemos tenido una educación y hemos recibido cosas buenas de los hombres y mujeres de fe, lo compartamos con los demás.

Quiero agradecerles y decirles que me siento profundamente orgulloso de ser bartolino. Toda la vida he llevado a mi colegio en el corazón con enorme cariño y tengo una inmensa deuda con los jesuitas: mis estudios completos, en colegio y universidad, los hice con ellos, recibiendo su valioso ejemplo.

Siempre que veo a un sacerdote, veo a una persona digna de respeto y creo que la sociedad no puede perder ese norte, porque el sacerdocio es una vocación de servicio público. Como lo es el oficio que más amo: el periodismo.

Suelo comentar a la gente que los periodistas nos parecemos también a los policías, a los miembros de la rama judicial, a los empleados de las empresas que se encargan de llevarnos el agua o la electricidad: somos servidores públicos. No es otra la función del periodista.

Alguna vez tuve esa clásica discusión en años de universidad sobre si el periodismo es una profesión, una disciplina o un oficio. Admiro y respeto a la academia, como quiera que soy graduado de la Universidad Javeriana en Comunicación Social y Periodismo, pero es una discusión sin mayor sentido.

A veces molesta mucho a algunos colegas cuando digo que los periodistas somos como los zapateros. ¿Cómo así?, dicen. ¡Si fuimos a la universidad cinco años y tenemos un diploma en latín! ¿Cómo así que somos como los zapateros? Les digo: sí, nosotros ejercemos un oficio que se aprende por la imitación de los maestros y que bien puede estar complementado por la academia; el zapatero, como nosotros, debe tener un compromiso ético, y en eso, en ser parte activa de un oficio, nos identificamos.

La gran diferencia es que si el zapatero tiene falencias en su comportamiento ético, afecta a cincuenta o cien personas: les entrega zapatos de mala calidad, con suelas de quinta categoría o con tachuelas baratas. Si el periodista se desvía de la ética, afecta a miles o millones de personas que confían en que su información es verdadera y equilibrada.

Vuelvo al colegio, a mis años en el San Bartolomé La Merced: fui muy feliz aquí. Habilité y rehabilité todo lo relacionado con números, pero la pasé realmente bien. Recuerdo con especial cariño a profesores de carácter como Hernando Herrera, Olinto Ramón (a quien llamábamos “Atila”: ¡el Rey de los Unos!), Ignacio Muñoz, Mauricio Chiriví, José Manyoma, a los padres Granaditos y Guerrero, y tantos otros. En esos momentos uno, por supuesto, siente una presión como estudiante, pero estoy en deuda con ellos por todo lo que me enseñaron en el campo del conocimiento y de la vida.

Siempre tengo presente una cosa especial de los jesuitas: si hay algo que es admirable en ellos, y lo sabemos quienes hemos estudiado bajo su protección, es que son personas de la academia, de la ciencia, de las artes, con una formación impecable. Hoy en día uno se da cuenta de que, en ese momento, el profesor más sencillo que ayudaba a cualquier tarea era un filósofo, un teólogo, un lingüista.  

Los alumnos de los jesuitas les agradecemos habernos abierto las puertas del conocimiento. Tengo ejemplos de amigos que en otras universidades y colegios encontraban limitaciones al conocimiento. Para los jesuitas habría podido ser muy fácil ejercer esas limitaciones al saber, pero nunca lo han hecho. Lo que sí han hecho es poner sobre la mesa todas las cartas, para que la gente tome sus propias decisiones. Me siento muy honrado al recordar esos buenos años y perdonen que me emocione.

Es curioso, en esos días tuve que desarrollar un poco el sentido del humor, porque sufría de rinitis y pie plano (y aún padezco ambas situaciones), así que nunca pude coordinar bien ningún deporte. Tuve que aprender a relacionarme con mis compañeros a partir del humor, pues casi todos ellos eran dedicados deportistas.

El humor lo desarrolle como una manera de relacionarme con los demás, pues en realidad soy muy tímido. Le hablo a mucha gente en la radio, y se diría que un tímido no hace eso: ¡pero es que no veo a la audiencia! De hecho, cuando llegué a mi puesto actual en 6AM Hoy Por Hoy, encontré la alianza con Red + Noticias y una cámara que transmitía durante dos horas por el canal de Claro. Esas dos horas fueron supremamente estresantes para mí, por la timidez de saber que me están viendo.

Tímido, pero agradecido con el colegio y con ustedes, exalumnos como yo. Y con el padre Donaldo Ortiz y con el joven y talentoso rector Juan Pablo González.

Me produce, repito, mucha emoción este reconocimiento. Mis padres no saben aún de esta condecoración. Pienso pasar a contarles pronto y sé que van compartir conmigo este sentimiento de gratitud. Ellos también disfrutaron de esos años y valoran mucho a los jesuitas por todo lo bueno que he recibido.

Gracias de corazón.

1 Comment

  1. Guillermo Jimenez Acevedo dice:

    No sabía que Gustavo Gómez es bartolino. Grata sorpresa, porque es un buen referente como alguien serio y ético en los medios de comunicación.
    Felicitaciones Gustavo.
    Soy Guillermo Jimenez, bartolino año 1967