Por: Luis Fernando González Camerano
Bartolino 1996
En estos días he estado leyendo e investigando a fondo sobre el emprendimiento en nuestro país, encontrándome con una serie de elementos que no se pueden pasar por alto y que representan una realidad, pero a su vez una amenaza para aquellos que decidieron emprender con sus ideas y los que están considerándolo.
Si bien, el hecho de iniciar un emprendimiento en ese reto de generar empresa y desarrollar nuestras propias ideas nunca será tarea fácil, existen varios factores determinantes en el éxito de esta labor y que están sujetos más allá de la buena labor de quienes se arriesgan, a políticas, contexto y cultura de negocio del país. Y es aquí donde he encontrado los mayores enemigos del emprendimiento.
Por un lado, está el tema del capital, que es base fundamental para arrancar cualquier negocio y que difícilmente se puede adquirir por los medios financieros habituales, ya que las políticas están sujetas a tiempo, facturación e historial crediticio de la empresa, políticas que aún no logro entender pues se supone que es un emprendimiento, una nueva empresa, por lo tanto de ¿dónde va a sacar estos requisitos?, entre tanto resulta que los emprendedores terminan fondeando de su bolsillo, aquellos que pueden y cuentan con ahorros, o entrando en la larga fila de espera para captar inversionistas que se le midan y crean en los proyectos.
Por otra parte, está la facturación y los flujos de caja, aquí radica uno de los más grandes problemas que he detectado y que de no corregirse la tasa de éxito de los emprendedores se verá sustancialmente disminuida. Y es que cada vez las grandes empresas y contratantes generan un ambiente de ¨malos negocios¨, es decir, negocios donde solo gana una y no las dos partes, una cultura de ¨la mala paga¨, donde no existen los anticipos, ni pagos por avance de actividades y más aún, una vez entregado el producto y realizada la facturación, que a su vez se vuelve otro eterno tormento, los pagos se realizan a 60, 120 y 180 días, con lo cual los emprendedores y pequeñas empresas literalmente están financiando a las medianas y grandes corporaciones.
Y es que no tiene sentido alguno, que este tipo de cultura se esté apoderando de los mercados, que los chicos subsidien a los grandes, sin embargo, en mi indagación encontré que además con este tipo de prácticas han surgido nuevas formas de negocio, a modelo de ¨salvadores¨ del emprendimiento y la pequeña empresa. Es donde aparece el ¨factoring¨, que pretende aliviar los problemas de flujo de caja de los emprendedores, por medio de la compra de sus facturas por cobrar, generando un respiro en los flujos de caja, pero obviamente asumiendo un costo financiero que puede superar en algunos casos el 15%.
Si bien esto resulta una salida al problema de liquidez y genera que la actividad comercial se mueva, no necesariamente resulta a favor de los emprendedores, quienes terminan embebidos en la dinámica ficticia de tener movimiento y flujo, pero hay que tener en cuenta que al contratar con grandes empresas los márgenes resultan bastante apretados y al realizar el cálculo real de ganancias se pueden dar grandes sorpresas, debido a los descuentos y tasas a las que se ven sometidos en el ejercicio, que finalmente y después de enfrentar a la tercera y gran barrera del emprendimiento, que es la tributación y sus continuas modificaciones que resultan sumamente complejas, se puede estar trabajando ¨gratis¨ o a pérdidas. En este sentido pareciera que no hay un escenario favorable para salir con éxito en esta gran batalla de emprender.
No obstante, siguen surgiendo día a día luchadores que se le miden a la tenaz tarea de sacar adelante sus propios proyectos, de arremeter con pasión y optimismo hacia la búsqueda de su independencia, por eso es necesario que los diferentes sectores público y privado, revisen y se concienticen de generar soluciones y ambientes favorables para que el emprendimiento deje de andar por caminos de herradura y se pueda mover en autopistas, con lo que se daría un vuelco importante a la economía de país y por supuesto un desarrollo, que aunque sea de menor escala, al sumarlos representa una cifra muy importante de la estructura económica del país.