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El Bartolino que vive en las estrellas

Juan Diego Soler

Perfil

Bogotá, Colombia, en 1982. Es físico de la Universidad de los Andes (Bogotá) y doctor en Astronomía y Astrofísica en la Universidad de Toronto (Canadá). Fue ganador de la Medalla al Servicio Antártico del Departamento de Defensa de los Estados Unidos en 2011 por su trabajo en el experimento en globo BLASTPol.

Juan Diego se ha desempeñado como científico en el Instituto de Astrofísica Espacial (IAS) en Francia, trabajando en el observatorio espacial Planck de la Agencia Espacial Europea (ESA), y en el Instituto Max Planck de Astronomía (MPIA) en Alemania.

Su especialidad es el es tudio del campo magnético interestelar, la estructura del hidrógeno en la Vía Láctea y el proceso de formación de estrellas. Además de su trabajo científico, publica habitualmente sus crónicas de ciencia en el diario El Espectador y es comentarista de temas científicos para Caracol Radio, CNN en Español y otros medios colombianos e internacionales.

Desde mediados de 2021 es investigador científico del Instituto de Astrofísica Espacial y Planetología (IAPS- INAF) en Roma, Italia.


Para esta edición presentamos una entrevista realizada al Bartolino de la promoción 99: Juan Diego Soler. Astrofísico, escritor y divulgador científico colombiano. Juan Diego ha hecho un recorrido profesional admirable, ha ganado premios, viajado a lugares donde yo creo que muchos aspiraríamos a estar y nos brindó un espacio de su agenda para dialogar sobre sus inspiradores, sobre su recorrido, la importancia de seguir sus sueños y sobre el esfuerzo. Juan Diego me atendió de manera virtual desde Roma, Italia para este espacio.

Vladimir Clavijo: Juan Diego, a mí me gusta que se presenten nuestros invitados, así que ¿quién es Juan Diego Soler? y ¿ qué ha hecho en esta vida?.

JDS: Bueno, entonces en breve. Soy Juan Diego Soler, colombiano, pero llevo viviendo por fuera de Colombia ya casi 16 años. Tengo una familia. Soy papá. Estoy casado con una alemana y vivo en Roma desde hace un año. MI oficio es ser astrofísico, es decir, estudio todos los fenómenos que suceden más allá de la atmósfera de la Tierra, entre ese gran mundo que es la astrofísica, que es lo que estudia desde el Big Bang hasta las galaxias, a los planetas, las estrellas.

Mi especialidad es la formación de estrellas, como el gas que existe en la galaxia se condensa y forma estrellas como nuestro Sol. Sistemas solares como el nuestro y planetas como el nuestro. Entre todos esos años que llevo por fuera, me doctoré en astronomía y astrofísica de la Universidad de Toronto en Canadá. Durante mi doctorado pues tuve esa experiencia de ir a Antártica dos veces con un experimento que lanzamos desde ese continente. Y ese es el fundamento del libro.

Desde esa época he estado haciendo divulgación científica directamente. En ese momento estaba en Canadá y en cada uno de los lugares en los que he estado, haciendo algo de educación científica y en Colombia a través de El Espectador y Caracol Radio soy consultor científico con distintas intensidades. Pero bueno, eso es, básicamente lo que yo hago yo. Soy divulgador científico, papá, astrofísico e investigador científico.

Vladimir Clavijo: Cuéntame cómo fue ese proceso para llegar a Antártica y cómo fue llegar a este viaje que narras en tu libro: “Relatos del confín del mundo”

Mi camino es muy particular. En la época en la que yo entré la universidad, no existía astrofísica en Colombia entonces estudié física. Mi especialidad en física, era física de altas energías, o sea, yo hacía partículas elementales. Eso que se escucha de los aceleradores de partículas, todas esas cosas eran las que se suponía que yo iba a hacer. Siempre con la idea de que astrofísica vendría después como un doctorado o una especialidad, algo que iba a venir después. Y tomando las oportunidades que estaban, armar las oportunidades que estaban a mano, me mandaron a trabajar en Física Médica.

Yo trabajaba en instrumentos en laboratorio. Usábamos detectores que habían salido de un programa del acelerador de partículas en aplicaciones médicas de esos detectores.

Hace muy poco, se escuchó de la radiografía en colores, bueno, eso es viejísimo. En 2002 yo estaba haciendo radiografía en colores, pues sí, lo que se entiende por colores, que son rayos X que no se pueden ver con los ojos y que se mapean en distintas

recuencias, que si podemos ver. Bueno, eso era lo que yo estaba haciendo en unos sótanos en los Andes. Después me mandaron a España con esa experiencia. Yo sabía que quería ser astrofísico, pero también sé que un doctorado es realmente lanzarse de lleno a un problema que a lo mejor le va a tomar uno mucho tiempo.

A diferencia de los doctorados en Europa que son relativamente cortos, son tres años; en Norteamérica sobre todo en instrumentación, que significa hacer instrumentos, eso puede durar muchos años, entonces yo dije: “Si me voy a meter a hacer una cosa de esta, yo quiero que sea una aventura, quiero que sea chévere. Yo quiero ir a Antártica” entonces esa fue la motivación, el lugar geográfico.

En últimas, la habilidad que había adquirido trabajando en el laboratorio era mi carta de presentación y entonces llegué a ese instrumento, no era mío. No era mi idea, sino que yo llegué a aprender en los laboratorios de Astrofísica.

Es parte de eso que requiere solucionar un problema y después fue muy importante porque estar en el borde del conocimiento realmente implica enfrentarse a problemas que nadie nunca ha resuelto. Ahí es donde entra absolutamente todo, cuando se va a resolver uno de esos problemas, es como cuando se va a tumbar una puerta, si uno llega y le da una patada no puede realmente. Tiene que dar todo de sí y mandarse con lo más fuerte que tengan su cuerpo, sin imaginarse lo que hay del otro lado. Si va a tumbar la puerta, tiene que irse con todo, eso es lo mismo que se hace en una investigación, hay que ir con todo y ahí todo cuenta: las habilidades de comunicación, las habilidades de interacción con otras personas, porque eso no es un experimento que se haga solo sino que hay que vivir con otras personas diariamente, hay que comunicar los problemas que uno tiene, buscar soluciones, preguntarle a gente que tiene distintos bagajes intelectuales, gente de laboratorio, pero también de maquinistas, gente que vende aluminio, gente que vende motores. Realmente eso de resolver un problema con lo que tenga es bien importante y así fue que termine en este laboratorio con esos locos de los globos que además incluso dentro del astrofísica es una forma bien exótica de hacerla. Terminé yendo dos veces a la Antártica.

Vladimir Clavijo: ¿Algún profesor o profesora influyó, no solamente en el tema de la astrofísica, o de alguna manera en el colegio tuviste algún tipo de patrocinio sobre estos temas?

En el colegio, y sin culparlos, fue muy difícil popularizar esa idea de estudiar física. Un tanto porque no se sabía y lo otro es porque en Colombia los que enseñan física no son físicos, sino ingenieros o son otras personas, que encuentran esa oportunidad de enseñar. (…) Entonces los profesores fueron siempre muy comprensivos, más que nada me dejaban romper cosas. Había unos tubos largos que se utilizan, tubos de cristal con los cuales se mide la presión atmosférica en un experimento con mercurio. Yo estaba fascinado con el mercurio, cuando estaban en décimo y rompí los dos tubos que tenía el colegio para hacer este experimento de presión atmosférica, los dejé caer y entonces me tocó después irme para San Victorino a comprarlos a reemplazarlos.

Yo creo que lo mejor que pueden hacer es dejarlo a uno cometer errores. Creo que es algo que fue importante en ese sentido y esto no se convirtió en un gran problema, sino en frases de “traiga los tubos otra vez e intenta el experimento”; y lo otro es eso, vuelve a hacer el experimento otra vez, intente, intente. Y ese profesor que a mí me permitió ser fue Carlos Ríos, profesor de física, que me dejó hacer el experimento y así uno aprende. Si a uno le enseñan que una vez al primer error que comete ya no lo puedo volver a hacer, o que le digan a uno “no, ese equipo no me lo toque porque es muy caro”

pues realmente no tiene ningún propósito pedagógico.

Le tienen que dejar a uno hacer los errores para que uno mismo pueda aprender a superarlos. “Vaya aprendiendo dónde se compran los tubos, esos que son hechos en Alemania”, y los tuve que reemplazar en el colegio. Ya después en la universidad yo ya sabía dónde vendían la cristalería de laboratorio y fue gracias a esa experiencia. Y entonces la experticia es haber cometido todos los errores posibles en ese sentido había una gran cantidad de posibilidades en el colegio.

Si hay que tener el cuero duro, si no va a ser una cosa así, pues hay que tener bastante convicción, pero mientras si uno sabe lo que lo que quiere yo creo que es mucho más llevadero hacer eso. Sin embargo, vea que está cambiando mucho, porque en la ciencia y en muchas disciplinas necesitamos una pluralidad de aproximaciones, entonces tener el cuero duro, pues es una facultad que le permite uno estudiar física en Colombia. Pero, ¿y qué pasa con la gente que no tiene cuero duro que es buena para la física? ¿los dejamos hacer otra cosa?, ¿no? A lo mejor no es el caso. Necesitamos todo el talento posible porque tenemos problemas en este momento. La humanidad tiene problemas que son eminentemente científicos: el calentamiento global, el desabastecimiento de alimentos, la pandemia (que no se ha acabado), son problemas evidentemente científicos y las respuestas pueden venir de cualquier persona y no podemos esperar a deshacernos de gente que tiene vocaciones científicas,

simplemente porque no tienen esas cualidades. Y en eso creo que el colegio, y en general la educación, ha tomado una nueva aproximación de que en todo tiene que haber un lugar para todos.

Vladimir Clavijo: Hablemos de valores o enseñanzas del colegio, algo que siempre le pregunto a egresados y egresadas que he entrevistado es ¿qué te aportó el San Bartolo? De alguna manera, ¿esta visión de lo educativo de los jesuitas, alguna vez te impactó?

Bueno, hay dos respuestas esa pregunta. La primera está más relacionada al aspecto personal y el colegio me dejó los amigos. Creo que no es algo reemplazable. Mis amigos del colegio son mis amigos de toda la vida, son las personas con las que he crecido desde que fuimos a la universidad hasta que formamos nuestras familias y hace parte de ese tejido social, que se forma en el colegio. Que no solamente somos amigos de los amigos, sino de los papás de los amigos, creamos una red y esperamos que nuestros hijos sean amigos también. Aunque estén separados. Y por la distancia creo que es eso es lo mejor que me dejó a mí el colegio fueron mis amigos y eso no es reemplazable, no es un sistema que se pueda reproducir en el otro ambiente.

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Vladimir Clavijo - Bartolino 1997

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