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Una bonanza inesperada

La historia del colombiano que ha ganado más de 11 premios Grammy

El productor y compositor más galardonado en la historia de Colombia habló en BOCAS

Johann Sebastian Bach le definió el futuro a Julio Reyes. Él tenía siete años, estaba viendo dibujos animados en televisión y, como parte de la banda sonora del programa que estaba viendo, escuchó la Tocata y fuga en re menor, de Bach. En ese momento sintió que en esa música venía el ADN de su plan de vida.

No se equivocó: hoy cuenta con once premios Grammy y Latin Grammy, 35 nominaciones (incluyendo 4 como productor del año), 15 canciones en el número uno de Billboard y más de 10 premios de la American Society of Composers, Authors and Publishers (ASCAP).

Después de aquella revelación musical en forma de cartoon, Bach jamás se fue de su vida. El pequeño Reyes se obsesionó con aquella primera pieza que escuchó y la tocó completa en piano a los 12 años. Ya adulto, todas las mañanas, sagradamente, toca Bach en su piano.

Este instrumento lo trajo su mamá a su vida, una mujer que no solo contribuyó a la familia con la Italia que traía su apellido Copello, sino con un gran talento musical. La música siempre estuvo presente en su casa, en todos los estilos, desde música clásica hasta Los Melódicos, y quedó circulando en la sangre de los seis hijos. La hermana mayor tiene una voz que los conservadurismos de la época no le permitieron desarrollar, pero que seguro hoy sería uno de los talentos de Julio, el menor de la familia.

Cuando él se graduó del colegio, entró a estudiar Ingeniería Electrónica para darle gusto a su papá, pero solo duró dos meses. En la mañana salía de su casa a un parque que quedaba al lado, se escondía detrás de una piedra grande a esperar a que su papá se fuera, él entraba nuevamente y se ponía a tocar piano. Su mamá era su cómplice. Por supuesto, su padre se enteró y le dijo: “Julio, si se va a dedicar a la música, usted no puede ser bueno, usted tiene que ser el mejor”.

Nació en Cúcuta, estudió música en la Pontificia Universidad Javeriana de Bogotá, se graduó como compositor de música clásica y estuvo cerca de terminar su carrera de piano clásico: llegó a tocar conciertos en la Biblioteca Luis Ángel Arango y después estudió una maestría en Media Writing & Production en la Universidad de Miami.
Su amor por la música clásica no ha sido un impedimento para sus éxitos en la música pop. Por el contrario, recibió el apodo de Doki durante los años en los que trabajó como productor del reconocido músico y productor Estéfano, porque era el ‘doctor’ que solucionaba cualquier obstáculo musical.

Dice con gracia que su trabajo todavía es de ‘doctor’, solo que ahora es como terapista de los famosos, porque debe crearles en su estudio el ambiente de trabajo ideal para que sean su mejor versión como artistas. Explica que cuando él los pone dentro del estudio, ellos tienen que sentir que van a tener la capacidad de reducir al planeta. Y sí: con quienes ha trabajado lo han seducido. La lista es inmensa: Marc Anthony, Jennifer López, Alejandro Sanz, Pablo Alborán, Diego Torres, Cepeda, Fonseca, Il Divo, Paulina Rubio, Ricky Martin, Nelly Furtado, Kany García, Sebastián Yatra, Malú, Chayanne, Laura Pausini, Mariana Vega, Paula Arenas, Mau y Ricky, Residente, Brika, Juan Pablo Vega, Alejandro Fernández, Taylor Dayne, Thalía, Alexandre Pires, Jerry Rivera, Nahuel Pennisi, Abraham Mateo, Ricardo Arjona, Ela Taubert, India Martínez, Tiziano Ferro, Daniela Brooker, Tamia, Roberto Carlos, Ana Mena, Gemeliers, Natasha Bedingfield, Florent Pagny, Bogart, Rakel, Mickael Carreira, Rea Garvey, Reamonn, Estéfano, Jaci Velásquez, Cristian Castro.

Con ellos ha sido productor, compositor, arreglista o pianista, o todas las anteriores juntas. También hizo la música de la película animada Koati, producida por Sofía Vergara y Marc Anthony, produjo música para la serie de televisión Hawthorne (producida por Jada Pinkett Smith y Will Smith para Sony Pictures), y en la última ceremonia de los Grammy latinos tocó el piano mientras Christina Aguilera cantaba. Solos los dos: la voz y el piano.

Vive en Miami desde hace más de 20 años. Allí ha hecho su carrera y tiene su propio estudio, Art House, y su sello discográfico Art House Records. También allí está su nueva escuela de formación de productores e ingenieros con el legendario estudio Abbey Road y desde esta ciudad comenzó a viajar a Nueva York con frecuencia porque está escribiendo la música de un musical de Broadway con quien él califica como el mejor productor del momento en estos escenarios.

A sus 52 años, ha recibido 35 nominaciones en los premios Grammy y Latin Grammy (que ha ganado en 11 ocasiones) y ha puesto 15 de sus canciones en el número uno de Billboard.
Foto: Carlos Llamas

¿Por qué llegó a Miami?
Cuando me gradué de la universidad empecé a hacer música para televisión. Mi esposa es hija de Bernardo Romero Pereiro y Judy Henríquez. Bernardo me escuchó tocar piano y lo primero que me dijo fue que hiciera un villancico para Dejémonos de vainas, después me gané un India Catalina por música original para un programa que se llamaba Leche. Bernardo estaba escribiendo una serie, creo que sobre la guerrilla, y recibió una amenaza: ‘se mete con nosotros y le secuestramos a su nieto’. Había nacido ya mi primer hijo y Bernardo nos dijo que nos viniéramos para acá. Cuando llegué, dije: ‘¿ahora qué hago?’ Apliqué a varias universidades: Royal College of Music en Londres, al New England Conservatory en Boston y a la Universidad de Miami, en todas me becaron, pero en Miami teníamos casita y yo ya tenía hijo. Además, aquí me encontré con un tipo que era el director del programa Media Writing & Production en la Universidad de Miami, había sido el fundador de Miami Sound Machine, hicimos una conexión muy especial y me dijo: “Yo lo beco y además quiero que enseñe”. Ya tenía la experiencia de ser profesor en la Javeriana, pero hablaba un inglés terrible. Me obsesioné tanto con el tema que diseñé todas mis clases de tal manera que lo único que tenía que decir era “hi guys, bye guys”, Escribí todo en un libro. Creo que sobreviví dos años diciéndole a todo: “Really? Oh, That’s Great”. Curiosamente ese librito terminó siendo el texto de esa clase, de pop composition, por muchos años.

¿Cursó su maestría en Miami?
Dos años en Media Writing & Production, música para medios audiovisuales, cine y producción. En el segundo año, uno de los profesores se colgó de un proyecto buenísimo de hacer orquestaciones para Plácido Domingo, Tony Bennett, Vanessa Williams y Charlotte Church. Era un álbum de Navidad que se llamaba Christmas in Vienna que hacía todos los años Plácido Domingo, y el profesor me dijo: “Julio, ayúdame”. Empecé a trabajar como orquestador para ese proyecto y yo pensaba: de aquí me voy para Los Ángeles a orquestar y a hacer producciones para Barbra Streisand y todo ese cuento. Terminé el proyecto y nada de eso pasó [risas]. En ese momento tenía dos hijos y tenía que encontrar la manera de sobrevivir.

¿Qué hizo?
Es muy chistoso, porque me encontré aquí con un alumno mío de la Javeriana. Yo estaba muy metido con la música clásica y me gustaba el pop, pero de ladito. Él se llama Andrés Rezo, hoy es mi mánager, y me dijo: “Usted tiene que hacer pop, con el entrenamiento auditivo que tiene puede absorber todo de toda la música”. Me trajo una canción de Christina Aguilera y me dijo que sacara los elementos y que escribiera una canción. Lo hice, se la pasé, él jugaba tenis con Fernán Martínez aquí en Miami y encontró la oportunidad de mostrarle el ‘demo’. Fernán lo escuchó y se lo pasó al productor más importante en ese momento que era Estéfano, de Donato y Estéfano. Él producía a Julio Iglesias, a Paulina Rubio, a todos; estaba super bien posicionado. Me llamó inmediatamente, me dijo que quería firmar conmigo para que fuera parte de sus productores. ¡Gracias a Dios! Firmé el contrato sin leerlo.

¿Cuál fue el primer proyecto?
El álbum de una niña puertorriqueña que cantaba muy bonito, se llama Noelia, pero la música era terrible; ponía eso y me sentía en una buseta yendo a la Javeriana. Llegaba a mi casa llorando, le decía a mi esposa: “No puede ser que yo me haya pasado 20 años estudiando Chopin para tener que hacer esta música”, pero empecé a hacer las paces con las cosas. Y dije: “Pucha, esto es lo que le llega a la gente, realmente es vigente y el poder de transformación que uno puede ejercer es inmenso, porque se mete en las casas de todo el mundo”. Fue una lección, me quitó también la arrogancia de la escuela clásica que todo le parece una mierda y fue un cachetadón durísimo, porque tampoco me salían bien las cosas. Estéfano fue un buen tipo, muy comprensivo, también muy protector de mi talento. Formamos un grupo cheverísimo, porque él no sabía dónde queda un do en un piano y yo sabía todo, pero este tipo, con su espontaneidad, me volvió a conectar con las maripositas del estómago. Yo le traía cosas que él nunca había oído y él las montaba con melodías espontáneas, empezamos a escribir canciones y llegaron Ricky Martin, Chayanne, Thalía, Marc Anthony.

Cómo es la relación con Marc Anthony, porque primero hizo música para él sin conocerlo.
Claro, primero yo era parte del equipo de Estéfano. Un día, él improvisa una melodía, como en un mapa, yo me la llevo, empiezo a completar la idea y también involucro a mi esposa, que es escritora de telenovelas, y escribimos Ahora quién, se la muestro a Estéfano, él se la manda a Marc y decide producir y escribir todo el álbum con nosotros. Fue una canción muy importante para él y un paso increíble, porque hasta ahora había escrito álbumes en español, pero con un español muy de primero de primaria y esto tenía otro nivel. Empecé a volverme biógrafo de Marc con canciones, porque su vida era muy cercana y perfecta para capturar esos momentos coyunturales en song writing. En ese momento se estaba separando de su primera esposa y comenzaba a salir con Jennifer López.

Cómo es la historia que vivió con ellos y por la cual sacó el estudio de su casa.
Yo tenía mi estudio aquí en la casa y estaba grabando el álbum Íconos, que era un homenaje de Marc a varios cantantes latinoamericanos. Ya estaba casado con Jennifer y llegaron con 35 personas, un perro que tenían que era peligroso, entrenado para matar; uno iba al baño y se lo encontraba de frente. Mi esposa salió para ir al supermercado y cuando llegó con las bolsas, los guardaespaldas le dijeron:
— ¿Usted para dónde va?
— Soy la esposa de Julio —les dijo.
Pero como a mí no me conocían como Julio sino como Doki, la tuvieron media hora esperando. Después de esa sesión ella me dijo: “O se va usted o me voy yo”, entonces me encontré un sitio mágico muy cerca de la casa donde trabajo desde el 2013.

Le ha compuesto más canciones a Marc Anthony, como Cambio de piel y Vivir la vida, además de ser su productor.

Vivir la vida existía en árabe, había sido ya un hit en el Medio Oriente. Marc me llama y me dice que haga la versión en español, y yo le dije: “Yo no hablo árabe, pero con gusto la escribo desde cero”. Entendía únicamente el coro que era en francés y decía “así es la vida”. La escribí en una época en que estaba superenfermo, muy muy, muy, y dije bueno, voy a hacer esto como mi declaración de vida.

¿Qué enfermedad padeció?
Prefiero no hablar de ese asunto. Pero me sorprende todo el efecto que esa canción ha tenido, la oyen incluso en las iglesias cristianas. De hecho, traté de usar lenguaje de las parábolas de la Biblia, y se convirtió en semejante himno sin yo pensarlo. Marc se convirtió en mi padrino, me llevó a trabajar con él y seguimos escribiendo. Luego produje para Jennifer López en español, en inglés, y ahí sí se disparó todo por el boca a boca y empecé a producir para muchos cantantes en Europa.

¿Quiénes?

Florent Pagny, en Francia, que es una leyenda, como el Eros Ramazzotti de Francia. Luego produje la banda pop rock número uno de Alemania que se llama Reamonn. Chistoso, esos tipos miden como tres metros, todos tatuados y yo colombianito, es de lo más intimidante que me ha tocado, pero resultaron ser muy dulces y lindísimos. Hicimos un superálbum, número uno en ventas. También llegó Nelly Furtado, canadiense, y comenzó a abrirse el espectro, los cantantes del mercado latino empezaron a llegar y en el 2013 me encontré con Alejandro Sanz.

Reyes ha conquistado 10 premios de la American Society of Composers, Authors and Publishers
Foto: Carlos Llamas

Tengo entendido que había sido un ídolo suyo y su música lo acompañó a usted en un momento de crisis de vida.
La historia fue muy surreal, porque yo oía El alma al aire, me lo sabía de memoria, y ese álbum me salvó la vida. Jesús López, el presidente de Universal, después de conocerme por mucho tiempo, me presentó con Alejandro y yo no lo podía creer. El encuentro fue en su casa aquí en Miami. A veces uno tiene miedo de conocer al ídolo, pero es un tipo encantador, un artistazo. Hicimos la producción del álbum que se llamó La música no se toca, en el 2013.

A él también le compuso.

En el siguiente álbum sí. Hicimos prácticamente todas las canciones juntos con su pianista, un genio que tiene de director de su banda que se llama Alfonso Pérez, y con él coprodujimos el penúltimo álbum. Con Alejandro nos reíamos mucho, porque él me decía: “Tú me mandas a la mierda sin que yo me dé cuenta”. Como los bogotanos usamos diminutivos, entonces me decía: “Tú me mandas a la mierda en diminutivo, estás desafinadito, entraste tardecito” [risas].

¿Cómo fue la experiencia con la sinfónica de Londres?

Con el álbum de Marc de ese año, él me dijo: “Quiero que grabes los arreglos de cuerdas con la sinfónica de Londres”. Me voy para allá, costosísimo, tres horas con ellos son 50.000 dólares, empiezo a dirigir y cuando bajo la batuta, te lo juro, suena perfecto en la primera toma, yo tenía los ojos aguados, se me escurrieron las lágrimas, pero para justificar esos 50.000 dólares me tocó decirles: necesito un crescendo en el compás 25… Mentira, era perfecto desde la primera toma, y así pasó con las otras tres canciones que fuimos a grabar. Volví en el 2006 por un trabajo para Jennifer López y en el 2017 surgió un proyecto de la Nasa de la realidad virtual sobre cómo va a ser el viaje a Marte. Mi sobrino Julián Reyes es el creador de toda la parte visual y me invitó a hacer la música. Hicimos un demo y todo el mundo quedó feliz, entonces escribí la música y grabamos, ahí sí, con la orquesta completa, porque antes era solo cuerdas, y pues obviamente es un highlight de mi vida ser el primer colombianito en ir a grabar y dirigir esa orquesta. Cuando llegué, se acababa de ir John Williams, que estaba grabando la banda sonora del último Star Wars.

¿Cómo llegó Will Smith al estudio?
Por Marc, porque yo ahí grabé un dueto de ellos, hice la producción vocal y el tipo se fue fascinado con la energía del lugar y ahora todo lo hace ahí; al final del año pasado grabó su audiolibro, estuvo tres semanas en el estudio y de febrero 15 a marzo 5 viene a grabar su álbum.

Con su sello discográfico también se ha descubierto talentos propios. ¿Cómo ha sido esto?
Creo que hay una tendencia natural a meterte en un cuadradito. “¡Ah!, Julio Reyes, el de Ahora quién, el que hace los arreglos de cuerdas”. A mí eso siempre me ha caído gordo, porque no quiero que me cuadriculen así, inclusive como que piensan que eso es todo lo que puedo hacer. Entonces dije: “No me van a joder”. No me caía trabajo y dije: “Pues me lo invento”.

¿Cómo así que no le caía trabajo después de todo esto?
Ah, no, es que esto de la industria del entretenimiento es supercruel, porque cada proyecto es como si fuera la primera vez y por eso el mejor consejo que me dieron desde que empecé esto fue: ‘no se la crea, porque los que se la creen pierden la humildad y se quedan en esas glorias’. No, yo nunca he perdido la humildad, nunca, nunca, nunca, de verdad, me siento superagradecido con cada proyecto.

Entonces estaba sin trabajo.
Exacto. Mi hijo estaba saliendo con una niña y me dice un día: “Papi, yo creo que Briana canta” Yo pensé: “Ay, qué le voy a decir, una de las tantas veces que me ha llegado esa frase”. Ya tenía el speech listo, ‘puedes ser enfermera, como tu abuelita, eso está en la familia’… La niña se sienta en mi piano y empieza a cantar. Nunca había oído una voz tan divina. Hicimos un álbum divino. Lo saqué y empezaron a llegar todos los presidentes de las compañías americanas al estudio a ver a Brika, ese es su nombre artístico. Un ‘boca a boca’ impresionante. Lo más increíble, me cuentan después, es que Ricky Martin llegó a una reunión a Sony a decir: “Estoy cansado de hacer la música de siempre, quiero poner algo que está súper-cool, superfresco”, y puso el álbum de Brika. Los de Sony le dijeron: ‘¿Tú sabes que eso es producido por Julio Reyes?’. Ricky me llamó y le produje su álbum A quien quiera escuchar, en el 2015.

Pero ya había trabajado con él…
En el 2003 habíamos escrito una canción con Estéfano que se llama Y todo queda en nada; le fue superbién. Me volví a encontrar con él después de 13 años e hicimos algo muy lindo que ganó Grammy americano. También busqué más talentos y encontré a Paula Arenas, bogotana. Me gusta su tono, la escuché en francés, me gustó su vibrato como de Edith Piaf y le dije: “Uy, venga para acá, hagamos un rollo en español que sea una mezcla de francés y de pronto con algo de México también” y ¡pum!, ese álbum termina con mi disquera independiente nominado a Grammy y ella nominada a mejor artista nueva.

Me contaba de una pared en su estudio.
Marc fuma cigarrillo todo el día y yo le puse un letrero de ‘no smoking’, salí del estudio al baño y cuando volví él había escrito debajo: “except me”. Y debajo de eso están las firmas de todos: “By me, he means me”, Alejandro Sanz. Está René, está Camilo. Laura Pausini estuvo hace dos días y la firmó también.

¿Cómo llegó Laura Pausini a trabajar con usted?
Por mi trabajo con Alejandro. Ya he producido como cuatro o cinco canciones para ella y quiere que le produzca varias de su próximo álbum. Grabamos a distancia, ella metió voces en Milán, pero me dijo que este año sí quiere venir acá a meter voces en el estudio. Surreal también. Qué me iba a imaginar, cuando estaba en una buseta en Bogotá oyendo ‘Marcos se ha marchado para no volver’, que iba a conocerla y a ser su productor. Todavía me pellizco y digo: “No puede ser que esto esté pasando”. Además, no me ha tocado nadie pesado; sí ha habido momentos frustrantes de lidiar con los cambios de estado de ánimo, que un día les gusta una cosa, otro día no les gusta y ya se ha grabado todo.

¿Le ha pasado?
¡Dios mío! Me está pasando en este momento. Estoy haciendo el álbum de Carlos Rivera, que es un chico mexicano muy exitoso, es multigeneracional, es un divino y canta precioso, pero del primer sencillo llevo 18 versiones.

¿Cómo llegó Sebastián Yatra?

Él me buscó. Hicimos una canción divina, una balada en vivo, porque con esa canción también quiere mostrarle al mundo que un artista no es cualquier pendejo, es una persona que puede cantar en vivo, sin desafinarse, sin autotune, y él lo hace.
La canción va a salir a final de mes con él y con Elena Rose, que es una artista nueva que canta divino. Me senté en el piano, un guitarrista y ellos dos, así en el mismo lugar, no hay posproducción de nada. Él me dijo que es la canción más bonita que ha hecho en su vida. Está muy emocionado.

Es el único colombiano que ha dirigido la Orquesta Sinfónica de Londres.
Foto: Carlos Llamas

¿Pablo Alborán llegó por Alejandro Sanz?
Sí, él me empieza a seguir por redes, me manda mensaje y le encanta lo que hago con Brika y con Paula. Este último álbum nos tocó grabarlo en medio de la pandemia. Había muchos arreglos sinfónicos, pero no podíamos grabar todos juntos, entonces, cada miembro de la Orquesta Sinfónica de Colombia se grabó en su teléfono celular. A cada uno me tocó hacerle ensamblaje de cada línea. Está en el último álbum, una canción que se llama Vértigo, y ahí quedó el sonido de los celulares, se oye la reverberación de la sala de la casa, la cocina o el cuarto. Es muy real, muy conmovedor.

¿Cómo fue el trabajo con Il Divo?
Muy interesante. Fue un grupo que tuvo una salida impresionante en ese momento de los grupos de crossover clásica y luego se fue a pique. Me llaman, les mando un demo de un arreglo de Por una cabeza, el tango, a los tipos les encanta y el director artístico del proyecto, muy gracioso, me dice: “Julio, you are the viagra of Il Divo”. Conozco a los chicos, ya llevaban mucho tiempo juntos, y Carlitos, el que acaba de fallecer y que era como el líder, me dice: “Nosotros no podemos estar juntos todos en las secciones porque terminamos peleando”. Entonces ellos venían a grabar uno por uno.

Y también grabó con Residente.
Residente graba siempre en mi estudio y el año que empezó la pandemia le escribí todos los arreglos a él para la versión sinfónica que hizo con la Sinfónica de Los Ángeles y Dudamel. Hicimos una canción con él para el álbum de Alejandro Sanz que se llama Los lugares, él hace ahí un rap divino.

¿Qué otra historia recuerda especialmente?
A principio del año hice una versión nueva de El himno de la alegría. La primera versión fue en 1970, la cantó Miguel Ríos, y fue la primera canción en español que alcanzó número uno en Billboard mundial. Por la pandemia quisieron hacer una nueva versión, a mí me daba un poco de pudor porque es Beethoven y todo ese cuento, pero decidí hacerlo y dije: “Quiero que la guitarra la toque Brian May, el guitarrista de Queen”. Lo conseguimos. Los e-mails que tengo con Brian May los voy a enmarcar. Además, el tipo fascinado con los arreglos, con mi música. Le mandé la que hice para Marte, porque él es astrofísico, y me dijo: “This is outstanding, I love it, I wanna have you close”. ¡Imagínate! Veo los e-mails y digo: “Es surreal, en el colegio oyendo A night at the opera y poder hablar con este tipo”. El arreglo es como escuchar a Queen y grabamos cincuenta artistas en esta versión.

Después de todos estos famosos, ¿cómo es trabajar con su hijo, que además es rapero?
Es muy jodido. Además, porque él es un tipo cultísimo. Le pregunté por qué le gustaba el rap y me calló la boca. Me dijo que este género les da cabida a las dos naturalezas del ser humano: la naturaleza animal y el poeta. El animal es el que dice: “fuck you, fuck you” cada dos segundos y ahí está la explosión; pero el otro es lo que quedó vivo de la poesía. Me meto en este trabajo con respeto y traigo gente que conozca el lenguaje musical. El nombre artístico de él es Bogart.

Finalmente, ¿cuántos Grammy se ha ganado?
Me he ganado 11, como productor e ingeniero, en categorías como mejor álbum de pop latino del año, grabación del año, mejor álbum vocal pop contemporáneo, mejor ingeniería de grabación, mejor álbum cantautor y mejor álbum tropical latino.

¿Qué proyectos nuevos tiene?
Desde hace dos años empecé conversaciones con Abbey Road, el estudio legendario de Londres. Ellos tienen un programa de producción e ingeniería muy desde la experiencia y les dije que quería hacer el primer Abbey Road Institute de América. Y lo abrí en septiembre. Estoy fascinado, porque aceptaron que tuviera mi programa de artistas, diseñado para ingenieros y productores, que dura un año. He recibido internos graduados de Berklee, de Full Sail, de todas partes, que llegan sin saber un carajo después de haberse gastado una fortuna. En Berklee son casi 100.000 dólares al año. En mi estudio creé un espacio paralelo donde están 12 productores y siete artistas. Los chicos del programa de producción e ingeniería están produciendo un EP que va a salir de los siete artistas nuevos, cinco de esos ya me los firmó Universal. Es un modelo de educación nuevo en donde los chicos tienen un contacto con la realidad y terminan con un producto profesionalmente producido que les abre sus carreras.

Y viene algo para Broadway, ¿cierto?
Empecé un proyecto divino, un musical. Me contrataron para escribir la música con el productor más importante en este momento de Broadway. Va a ser un proceso como de un año y medio, pero no puedo contar más, solo que es una historia de inmigrantes.

Creditos:

ElTiempo.com

POR: Catalina Gallo.
FOTOS: Carlos Llamas
EDICIÓN 114. FEBRERO- MARZO 2022
REVISTA BOCAS
IG @revistabocas

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