De las cosas que recuerdo con más cariño de San Bartolo son los entrenamientos en las tardes en la cancha de fútbol. El sol sobre nosotros, el olor a pasto recién cortado y las gambetas desplegadas por 2 horas donde no importaba ni la conformación de los equipos, el color de los uniformes o inclusive el resultado. Solo nos interesaba jugar como si no existiera un solo problema en la vida.
Han pasado más de quince años desde esos días, pero de alguna manera esa pasión, cariño y despreocupación (así sea por un par de horas) han encontrado su espacio los domingos en el Club de Oficiales de la Fuerza Aérea, donde nos hemos encontrado los viejos héroes de antaño para disputar un partido como si estuviéramos de nuevo en el colegio.
Claro está que muchos de nosotros no contamos con la agilidad y la velocidad de esos días. A algunos se les ha crecido la barriga, a otros se nos ha caído el pelo, algunos traemos las rodillas golpeadas y otros ya vienen con su esposa e hijos, pero en lo que dura el partido (30 minutos cada tiempo aproximadamente) regresamos a las pantalonetas rojas y las sudaderas grises en un intercursos, como si el tiempo hubiera decidido detenerse alrededor de una pelota, y como Peter Pan, fuéramos niños para siempre.
Pero ésta no es solamente una oda a la nostalgia y al fútbol como excusa para el encuentro. Los así llamados “viejas glorias” hemos encontrado en las nuevas generaciones, en las promociones más recientes que disputan el Torneo de Asia Bartolina, una parte de nosotros que se ve reflejada en ellos. No sé si sea la actitud rebelde que todos tuvimos en alguna época, o la forma de disputar un balón como si estuvieran en canchas del sur, pero así pasen los años, la filosofía y el espíritu Bartolino siguen siendo los mismos, “ser más para servir mejor”. Eso no se pierde.
De manera especial agradezco a Asia Bartolina que haya tomado la iniciativa para hacer este torneo, el cual espero que continúe por muchos años, y poder disputar con mis amigos hasta el final de mis días. Porque los recuerdos son eternos, y la gloria, por más breve que sea, también.