Tal y como esperábamos, el lanzamiento de Windows 11 ha sido bastante accidentado. Microsoft tenía marcado un objetivo importante con este nuevo sistema operativo, marcar un punto de inflexión frente a Windows 10 y limpiar la mala imagen que había generado con aquel debido, principalmente, al lanzamiento de actualizaciones semestrales en un estado deficiente. No exagero en absoluto, recordar todo el lío que se formó con la October Update 2018, por ejemplo.
Entiendo que algunos usuarios han tenido la suerte de no tener ningún problema con Windows 11, y que otros puede que también hayan tenido una experiencia perfecta con Windows 10. No seré yo quien lo discuta, de hecho, en mi caso, salvo algunos problemas puntuales con los drivers de sonido, no tuve que formatear el PC en cinco años que estuve utilizando Windows 10 tras actualizar desde Windows 7 Pro. Por desgracia, al final una actualización acabó dándome problemas, e hizo desaparecer mis SSDs, Para solucionarlo, no me quedó otra que formatear y reinstalar todo.
Qué puedo decir, tener un problema grave en 5 años no está tan mal, pero en este caso lo importante es el causante de ese problema, una actualización defectuosa que Microsoft no retiró a tiempo, y cuya instalación «forzó» en equipos basados en hardware AMD. También hay que tener presente el impacto de ese problema que, en mi caso, fue bastante grave, porque incluso afectó a la unidad donde tenía una copia de seguridad. Todo eso se podría haber evitado si Microsoft hubiese cumplido su eterna promesa de mejorar la calidad y el estado de las actualizaciones, algo que, por desgracia, lleva años en el aire. Con Windows 11 tenían la oportunidad de empezar bien, pero tampoco han sabido aprovecharla ya que, está dando problemas diversos que no solo afectan al rendimiento con procesadores AMD, sino que incluso vuelven a traer a la palestra los ya «clásicos» problemas de impresión.
Ya lo dije antes de que se produjese la llegada de Windows 11, tenía claro que iba a esperar antes de actualizar a dicho sistema operativo, y hoy, tras ver el estado en el que ha llegado y los problemas que está causando, debo decir que acerté plenamente, y que me alegro de no haberme dejado llevar por las ganas que tengo de probarlo. También recomendare que no actualicen todavía a Windows 11, y hoy no solo lo tengo todavía más claro, sino que además quiero compartir con mis lectores cinco razones contundentes para seguir en Windows 10.
1.-Windows 11 y equipos no compatibles: Un mar de dudas
Los requisitos de Windows 11. Microsoft optó por subirlos de forma considerable, si comparamos con los requisitos de Windows 10. Esto no es malo, al fin y al cabo, si queremos disfrutar de mejoras importantes es necesario utilizar un hardware superior, más avanzado y compatible con nuevas tecnologías. También hay que tener presente todo lo ocurrido con Spectre y Meltdown, las vulnerabilidades que afectaron a una enorme cantidad de CPUs, y que obligaron a lanzar parches para Windows que redujeron el rendimiento.
Con lo anterior en mente es más fácil entender por qué Microsoft habría decidido limitar el soporte de CPUs a los Intel Core de octava generación y a los Ryzen serie 2000 en Windows 11, para deshacerse del lastre que representan esos parches cuando se aplican a procesadores basados en la arquitectura Kaby Lake y anteriores. En el caso de los Coffee Lake (Core de octava generación), estos también requieren de parches para mitigar esas vulnerabilidades, pero el impacto que suponen a nivel de rendimiento es mínimo, y a partir de Coffee Lake Refresh (Core de novena generación) esos parches ya no son necesarios.
Sin embargo, Microsoft no ha sido estricta a la hora de aplicar esos requisitos, es decir, si tienes un PC que no los cumple podrás instalar, igualmente, Windows 11, de hecho, la propia Microsoft ha explicado cómo hacerlo. Puede que pensemos que esto está muy bien, pero no es así, porque en realidad, al actualizar un PC no compatible estamos asumiendo riesgos importantes de los que Microsoft ya ha alertado:
Hasta que Microsoft no aclare este tema, y se comprometa a ofrecer soporte permanente incluso a equipos no compatibles, es mejor que nos quedemos en Windows 10 si nuestro PC no cumple con todos los requisitos oficiales de Windows 11.
2.-Windows 11 puede reducir notablemente el rendimiento
3.-Las novedades que trae Windows 11 no son nada del otro mundo, de momento
4.-Windows 11 nos obliga a renunciar a características importantes
5.-Windows 10 es más estable y maduro, y tiene mucha vida por delante
Estaremos comentando más detalladamente todas las demás razones en los próximos números de la revista.