Así como fue grande en apariencia física también fue grande de corazón. En su juventud se enfrentó a la responsabilidad de sacar adelante a sus hermanos, pues en esa época perdió a su hermana, hecho que lo marcó por no haber podido ayudarla en su enfermedad.
La llegada de Carlos Adolphs a Manizales fue un accidente del trabajo. Su sede era Medellín. Llegó a remplazar al gerente de Progel, que había fallecido, y se arraigó en la ciudad. En esa empresa dio empleo y procuró que los empleados tuvieran casa y educaran a sus hijos.
Cuentan una anécdota: un domingo llegó un joven a la portería del edificio donde vivía. El portero le comento al doctor Adolphs que el joven lo estaba esperando hacía media hora. Él le preguntó para qué lo necesitaba y el joven le dijo que venía a agradecerle el título universitario que había obtenido, pues se había graduado de la universidad, porque con la ayuda que le dio a su padre pudo educarse.
Ayudó, entre otras, a entidades como La Gota de Leche, la Orquesta Sinfónica, el Club Rotario y a fundar la Universidad Autónoma. Él sabía tocar puertas para lograr las ayudas para proyectos de ciudad.
Carlos Adolphs fue un hombre de carácter y respetuoso, y sobre todo un abuelo consentidor de sus nietos. Perteneció a varias juntas directivas de empresas de Manizales y fue concejal.
A Carlos Adolphs le sobreviven su esposa, María Cristina Garzón, y sus hijos, Carlos Alberto, Adriana, Maritza y Juan Fernando.
Paz en su tumba.
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