Hace exactamente 106 años, el 24 de septiembre de 1908, la Compañía de Jesús buscó un terreno para el descanso de los estudiantes del Colegio San Bartolomé, que llevaba más de tres siglos como uno de los principales centros educativos de la capital. El hermano Arpidio Zuluaga, encargado por el superior de la Compañía de escoger el terreno ideal, escogió un terreno que quedaba al oriente de la carrera Séptima y al norte del alto de San Diego. Siendo el 24 de septiembre el día de Nuestra Señora de las Mercedes, el terreno se bautizó como La Merced.
Durante los siguientes treinta años, La Merced albergó paradas deportivas y militares, así como campeonatos de fútbol que, todas las semanas, eran comentados en las revistas de la época como El Gráfico y Cromos. Sin embargo, en 1934, los rumores de una expropiación del Colegio San Bartolomé cundían por los pasillos de la Compañía de Jesús. Algunos personajes públicos cercanos a la Compañía, como Laureano Gómez, sugirieron que se vendiera parte de La Merced para, con el dinero de la venta, construir un colegio allí que heredara la historia del San Bartolomé. Tres años después, la amenaza se hizo realidad: la ley 110 de 1937 declaró expropiado el Colegio Nacional San Bartolomé y dio un plazo perentorio de dos años para que el colegio se mudara.
Ante esa amenaza, los jesuitas vendieron parte de la quinta de La Merced a urbanizadores que parcelaron el terreno en seis manzanas, las cuales fueron vendidas a algunos de los nombres más importantes de la sociedad colombiana. Entre otros, se destacaban el banquero Luis Soto del Corral, el ex alcalde de Bogotá, José María Piedrahita, el empresario del tabaco Benjamín Moreno, el cafetero Manuel Casabianca, el médico José Vicente Huertas, el comerciante Ernesto Puyana, el médico Luis Bermúdez Ortega, el abogado Ricardo Hinestrosa y el ingeniero Hernando Gómez Tanco, quienes construyeron sus casas entre 1937 y 1945.
Rápidamente La Merced se convirtió en uno de los barrios más exclusivos de la capital, enmarcado por la carrera Séptima, el Colegio San Bartolomé La Merced (inaugurado en 1941) y el Parque Nacional. Fue tal su reputación que el gobierno, ante la falta de hoteles para albergar a las delegaciones que venían a la Conferencia Panamericana en 1948, alquiló las casas de La Merced para hospedar a los visitantes más ilustres. La casa más grande, la de Puyana (actual casa CESA), había sido destinada para George Marshall, héroe de la II Guerra Mundial y Secretario de Estado de los Estados Unidos. Fue en el comedor de la sala, mientras almorzaba con don Ernesto Puyana, cuando Marshall supo que habían matado a Jorge Eliécer Gaitán y se había desatado una turba en el centro de Bogotá, desorden que llegó al barrio. Marshall no fue el único en refugiarse en una casa de La Merced. Laureano Gómez también se escondió de los rebeldes en el barrio, en la casa de don Andrés Pombo (carrera 6ª con calle 36, actual Fundación Fe). Allí recibió la ayuda del estudiante Gilberto Arango Londoño, quien lo comunicó con el Palacio de San Carlos y lo llevó de La Merced al Ministerio de Guerra en un tanque.
Sin embargo, la historia del barrio tomó un giro drástico. Muchas de las familias que vivieron en La Merced se mudaron a los barrios más novedosos del norte y las casas fueron ocupadas por instituciones que las adaptaron para convertirlas en oficinas y aulas de clase. En 1978 ocurrió un evento que marcó el futuro del barrio. El banquero Jaime Michelsen Uribe vendió su casa a una joven institución educativa que, hasta entonces, había funcionado en un piso de Residencias Tequendama: el Colegio de Estudios Superiores de Administración (CESA). Poco a poco, el CESA se expandió en La Merced, conservando su historia y sus casas sin perder los propósitos que, hace 40 años, fueron la base de su fundación.
Corte Cortesía del Profesor Investigador del CESA, Andrés Sánchez.