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Visita de Francisco, primeras impresiones

Por José Leonardo Rincón, S. J.*

Apenas ha pasado poco más de un día de la visita de Francisco y el positivo “efecto” que produce se siente a flor de piel. Su bonhomía trasciende el carácter mediático de personaje “superstar”. La diferencia es evidente: en tanto a las estrellas hay que rodearlas de todo tipo de atenciones, algunas de las cuales han resultado estrambóticas en cuanto a seguridad, transporte, hospedaje y alimentación, por Francisco las cosas son aún más sencillas y descomplicadas. Este es un primer logro de su visita, comenzando a hacer balance de la misma.

Su invitación a ser una Iglesia en salida, a no balconear, a no instalarse disfrutando los aires acondicionados de las oficinas, a oler a oveja, no se han quedado en meras exhortaciones pastorales teóricas sino que él las vive a plenitud: no espera a que vayan a saludarlo y rendirle tributo de admiración, él rompe el protocolo y se acerca a la gente, particularmente y de manera conmovedora a los más débiles, esto es, a los niños, a las víctimas laceradas por la guerra, a los jóvenes que vivieron la tragedia de la droga y la delincuencia, a los invidentes y a quienes poseen el síndrome de Down, a las mujeres marginadas, a los ancianos y enfermos… su teología del pueblo no es producto de cómodas reflexiones de escritorio sino de su encarnada opción por los pobres.

Francisco sabe comunicar su mensaje, es decir, con sabiduría y sencillez, logra llegar a todos. Su discurso no es abstruso y complejo, pues su palabra hace cercana y comprensible La Palabra. Apela a la Sagrada Escritura como es apenas obvio, pero no ha tenido reparo en citar en dos ocasiones a García Márquez. Sus intervenciones son cortas y sustanciosas como nos lo enseñaran: “lo bueno, si breve, dos veces bueno”. Todas ellas dejan una enseñanza, una lección, un llamado, un cordial jalón de orejas. Cada discurso, cada homilía, cada improvisación, deja el dulce sabor que sólo un buen maestro, a ejemplo del Maestro, sabe hacer: “no se dejen robar la alegría y la esperanza”, “vuelen alto no rastrero”, “miren a los ojos al débil”, “superen los rencores mezquinos”, “la vulnerabilidad es parte de la esencia humana…” son, entre muchas, frases que impactan, cuestionan y ponen a pensar.

Su visita es oficial como jefe de estado, pero su esencia es eminentemente pastoral. Es política, porque se condicionó a que los acuerdos de paz estuviesen “blindados”, pero es pastoral porque la paz es un don de Dios y una tarea para todos los pueblos que deben buscar la justicia y la equidad para alcanzarla. Toca temas candentes como pobreza y exclusión, injusticia y corrupción, odios y polarización… pero ¿quién dijo que el anuncio del Evangelio debe sustraerse de hablar de reconciliación, perdón, equidad, amor, justicia, honestidad? Ya lo hemos dicho, su visita no es diplomática ni de cortesía, tiene una finalidad muy clara: que demos ese primer paso para lograr salir adelante. Y aún nos falta por conocer sus reflexiones sobre reconciliación, vocación y derechos humanos. Apenas estamos en la primera cuarta parte y ya vemos la singular densidad del mensaje que quiere entregarnos. Hoy dejo por aquí porque vale la pena no perderse ninguna de sus intervenciones. En una semana concluimos el balance.

Por lo pronto, todo ha sido ganancia y el resultado se ve alentador y promisorio. ¡Demos el primer paso!

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